Aparte de croissants, éclairs y la "típica" bollería que no dejé de probar, puedo resaltar dos pastelerías que me encantaron:
Toraya (10 Rue St Florentin, París): tipiquísima pastelería japonesa, con diseño minimalista y presentación cuidada y casi artística de wagashi japoneses. Algunos no puedes ni adivinar de qué están hechos. Tienen dorayaki, daifuku, galletas, etc. Todo acompañado con un delicioso y amargo matcha.
Los otros dulces típicamente franceses que adoro, y que poco a poco se están haciendo más conocidos en España, son los macarons, pasteles de merengue almendrado rellenos de crema de los más variopintos sabores. Yo me di un orgiástico banquete de los de Jean Paul Hévin (231 Rue Saint-Honoré, París), que estaban francamente como de otro mundo: chocolate negro e higo, naranja y jengibre, mango y cardamomo, pero también los clásicos de limón, trufa, pistacho, y muchos más. Lo ideal para alguien tan indeciso y goloso como yo. Para mí, los macarons son una de las cumbres de la pastelería: aúnan lo refinado con la variedad. Hay otras marcas muy conocidas, como Ladurée o Pierre Hermé. En Madrid hay pocos sitios donde los hagan, y menos aun donde los hagan bien, así que si vais a París, es bocado obligatorio.
![]() |
A la derecha, macarons variopintos. A la izquierda, dulces marroquíes no menos suculentos. |